miércoles, 27 de enero de 2010
“Pilares para la paz mundial”
Discurso del Dr. Juan J. Blasnik
El
25 de octubre se cumplió el tercer aniversario del ascenso al Mundo Espiritual
del Dr. Juan Jesús Blasnik, quien fuera Presidente de la Federación
Interreligiosa e Internacional para la Paz y luego de la Federación para la Paz
Universal (UPF) de Argentina. En su homenaje se reproduce a continuación su
último discurso público dado en el cierre del evento de la III Gira Mundial de
la UPF, en el Hotel Panamericano (Buenos Aires), el 1° de octubre de 2006. En
su memoria, el salón principal de la Embajada para la Paz en Argentina lleva
ahora merecidamente su nombre, por su hombría de bien y su destacada labor en
la función, comprometida y desinteresada.
“Como
ya es costumbre en estas reuniones, las últimas palabras del programa van
dirigidas a los Embajadores para la Paz, de manera especial a los que hoy han
recibido tal distinción y han contraído una gran responsabilidad.
En
la década del 40’ del siglo pasado el Rvdo. Moon comenzó su fantástica y
faraónica tarea, y la inició primero en forma humilde y aislada, pero que se
hizo grande, importante, masiva, a partir del año 1954, cuando crea la
Asociación del Espíritu Santo para la Unificación del Cristianismo Mundial.
Desde ese entonces, la prédica del Rvdo. Moon estuvo centrada fundamentalmente
en tres aspectos, que ya la mayoría de ustedes conoce, pero que no está de más repetir
siempre. Esas tres cualidades son: el amor verdadero, la familia y el diálogo
interreligioso.
El
amor verdadero es vivir para el bien de los demás, vivir al servicio de los
demás, vivir en forma desinteresada, dando sin recibir; sin recibir algo que
fuera material, pero recibiendo mucho desde el punto de vista espiritual. Al
dar se recibe una tremenda satisfacción espiritual. El espíritu se renueva, se
fortifica y se llena de más atributos. Al dar recibimos todavía una mayor
gratificación, que es la de saber que estamos colaborando con la tarea de Dios
en este mundo.
El
amor verdadero tiene su expresión primera y más importante en la familia. Mucho
se ha dicho de la familia: la institución divina por excelencia, la célula
básica de la sociedad, pero lo importante de la familia, de la familia
cristiana, de la unión del hombre con la mujer, es que es la primera escuela
del amor. Es donde se aprende, se disfruta, se perfecciona y luego se transmite
ese amor verdadero: amor conyugal, amor paternal, amor filial y amor fraternal.
El
tercer aspecto de la prédica del Rvdo. Moon es, ha sido y será el diálogo
interreligioso con miras a obtener una armonía interreligiosa tan necesaria en
este momento de gran confusión y crisis en toda la humanidad. Se ha dicho que
no hay una nación sana, sin una religión sana, y que no hay una religión sana
si no hay un diálogo dentro de esa religión. Pero ese diálogo no solamente se
debe mantener a nivel de los líderes de las religiones, sino que todos
nosotros, como simples seres humanos, y aún sin pertenecer en forma activa a
ninguna religión, en nuestro diálogo diario, debemos buscar las coincidencias
que nuestro prójimo pueda tener con nuestras creencias y con nuestra fe. Esa es
la manera como se puede empezar a lograr una armonía, de abajo hacia arriba,
desde el simple ser humano hasta llegar a la jerarquía religiosa: respeto por
la fe y por las creencias, por mi fe y por mi creencia, y por la creencia y la
fe de mi prójimo. Dialogando, a veces discutiendo, pero siempre con un norte
muy claro y muy fraterno vamos a llegar a descubrir los puntos de coincidencia
de todas esas religiones, que son los que nos van hermanar y nos van a permitir
seguir bregando por el establecimiento de la paz.
Pero
estos tres aspectos: el amor verdadero, la familia y el diálogo interreligioso,
para poder ser cumplidos cabalmente deben ser realizados por personas que
tengan una amplia riqueza espiritual. Esa riqueza espiritual surge de aquellos
valores de conducta -morales, familiares- valores universales espirituales que
son los que nos permiten llegar a ser criaturas un poco más cercanas a la
imagen que Dios quería.
¿Qué
es lo que ha pasado con los tan pregonados y remanidos valores a través de la
historia de la humanidad? En la antigüedad, las creencias heredadas de las
tradiciones y las enseñanzas y doctrinas de los fundadores de religiones, de
los pensadores y de los filósofos que eran aceptados por el conjunto de una
sociedad, se transformaban inmediatamente en verdades universales y eternas. En
la época de la modernidad, especialmente en la civilización occidental, la
clase culta de esa época ilustrada, para que una creencia fura verdadera la
sometían a la razón y a la experiencia. En ese entonces la ciencia y la
filosofía eran las únicas dos que podían brindar explicaciones razonadas para
justificar el mantenimiento de una creencia. A mediados del siglo XX, el éxito
de la ciencia y el auge del neopositivismo hizo que lo que debía ser
considerado como una verdad objetiva o un conocimiento cierto fuera puesto en
duda a través de teorías y experiencias científicas, basadas en datos, en
hechos y en experimentos públicos y observables.
A
mediados del siglo pasado, con la crisis de la racionalidad sucedieron también
crisis de fe en el pueblo, de fe en las religiones establecidas, lo que fue
acompañado posteriormente por una crisis en los partidos políticos y en las
ideologías políticas. Esto desembocó en el fracaso de algunas ideas
revolucionarias que tuvieron su máxima expresión en el derrumbe de la utopía
comunista. Llegamos así a la pos-modernidad en la que estamos viviendo. ¿Y qué
sucede en esta era? La inseguridad, la incertidumbre, la confusión ha hecho que
hoy sea difícil distinguir entre lo que es verdad y lo que es mentira, entre lo
que está bien y lo que está mal. Se discuten los valores morales individuales y
lo que es éticamente correcto o incorrecto en la vida social y política de una
nación. Este estado de confusión toca el ámbito individual, el ámbito familiar,
el ámbito social y el ámbito político. Esto es lo que estamos viviendo
actualmente: un aumento progresivo de la violencia, un sinnúmero de adicciones
en la juventud, el derrumbe de la familia y la intensa corrupción política. ¿Y
todo esto por qué? Porque se han ido olvidando y están desapareciendo los
valores éticos universales.
¿Cómo
se puede hacer para recuperar estos valores? Algunos, en forma muy simplista,
opinan que debe volverse a las creencias primeras de las distintas religiones,
como así también a las enseñazas de las distintas culturas, razas, etnias y
naciones. Podría pensarse que si hablamos de valores éticos universales debemos
reconocer que existe una civilización occidental y una civilización oriental.
Por lo tanto, valores universales deberían comprender valores de ambas civilizaciones.
Simplificando enormemente podríamos decir que deberíamos volver a fijarnos, a
releer y a poner en práctica las enseñazas aristotélicas del mundo occidental.
Aquellas que hablaban del conocimiento moral, del sentimiento moral y de las
acciones morales de los seres humanos. Al lado de este pensamiento occidental
podríamos poner como figura relevante, para amalgamarla a la de Aristóteles, a
Confucio, cuyas enseñanzas espirituales siguen teniendo la misma vigencia que
los miles de años que han pasado.
Todas
las religiones tienen elementos imponderables que pueden constituir puntos de
partida para renovar y actualizar estos valores universales. Buda enfatizó la
compasión; Confucio, la humanidad o la benevolencia; Mahoma, la misericordia;
Jesús, el amor al prójimo. Otros pensadores y filósofos, como Sócrates, decía
de sí mismo que era como una comadrona, que alumbraba en sus discípulos la
verdad que llevaban dentro de sí. Emmanuel Kant hablaba de la bondad del ser
humano, de la necesidad del respeto a los demás y de la necesidad de mantener
una conducta permanente en pos de ideales, aún a costa de la pérdida de la
propia felicidad. ¿Será esto posible? Yo creo que es posible.
Fíjense,
hay algunas diferencias, pero que a la vez llevan a un encuentro, entre lo que
es la cultura occidental y la cultura oriental. Por ejemplo, la cultura
oriental rinde culto a los antepasados, respeto a los antepasados, respeto a
los padres, respeto a los maestros. Es una cultura vertical. La cultura
occidental se basa o pretende la fraternidad y la igualdad. Es decir, dos
condiciones que la podemos colocar en el plano horizontal. En la cultura
oriental, en algunos países se escribe de forma vertical. La escritura
occidental es horizontal. El saludo en la cultura oriental es una inclinación
vertical del cuerpo. El saludo en la cultura occidental es con un apretón de
manos en el plano horizontal. En el momento en que estos dos planos, el
vertical y el horizontal, se entrecrucen, allí estará la amalgama de las
mejores condiciones de cada una de estas culturas. De allí podrán surgir todos
los elementos necesarios para reformular valores éticos universales.
Ustedes
oyeron hablar que el Rvdo. Moon propugnó hace unos años en las Naciones Unidas
el establecimiento de un Consejo Interreligioso. Fíjense que gran oportunidad
tendría la humanidad si ese Consejo Interreligioso llegara a constituirse,
porque podrían representantes de ambas culturas, oriental y occidental,
considerando sus principios y sus creencias, llegar a establecer nuevas
cualidades que simplifiquen el acercamiento de los hombres entre sí, de los
seres humanos entres sí.
Se
ha perdido un gran tiempo en las Naciones Unidas. ¿Y por qué ha sucedido esto?
Ustedes recordarán que la Organización de las Naciones Unidas fue creada en
1945, terminada la Segunda Guerra Mundial. ¿Cuál fue la nación que más
preponderancia, posiblemente militar-geopolítica, tenía en ese momento? La
URSS: la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. ¿Y cuál era el fundamento
filosófico de la política comunista? El materialismo ateo. Por lo tanto, de qué
manera podía ingresar Dios en esa Organización de las Naciones Unidas. Ahí se
perdió la gran oportunidad. Ahí se perdió la oportunidad de que Dios ingresara
en contacto con los seres humanos dedicados al quehacer político. Esto debería
volver, debería instalarse, de esa manera podríamos llegar a construir
principios éticos universales valederos.
Para
terminar, señoras y señores, algunos de ustedes me han escuchado pronunciar
algunas palabras que constituyen una de las enseñanzas máximas de Confucio y
que yo quiero que ustedes las escuchen con suma atención y reflexionen sobre
ellas. Creo que esas palabras constituyen una oda a la esperanza, una oda al
amor. Ahí tenemos el secreto de llegar a construir la paz en el mundo. Esa
enseñanza dice así: “Si hay un corazón justo, hay belleza en el carácter; si
hay belleza en el carácter, hay armonía en el hogar; si hay armonía en el
hogar, hay orden en una nación; y si hay orden en las naciones, habrá paz en el
mundo”.
Señoras
y señores, muchas gracias por sus respetos. Buenas noches y que Dios los
bendiga”.
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