lunes, 26 de julio de 2010

AUTOBIOGRAFÍA

 “Lo que aprendí acerca de la paz…”
Autobiografía de Sun Myung Moon
Lo que sigue a continuación es un extracto del libro “Un hombre cosmopolita que ama al mundo”, que también se ha traducido “Como ciudadano global que ama la paz”, autobiografía de Sun Myung Moon, best seller en Corea. La obra, de 384 páginas con una foto del fundador del Movimiento de Unificación en la tapa, fue editada en el 2009 por una de las más prominentes editoriales de Corea, la Gimm-Young Publishers Inc. (http://gimmyoung.com), establecida hace más de 30 años. Lo que sigue es parte del Capítulo 1 “El alimento es amor”: “Lo que aprendí acerca de la paz cuando mi padre me cargaba en sus espaldas”.

“Durante la Guerra Fría experimentamos el dolor de ver a nuestro mundo dividido ideológicamente en dos. Parecía entonces que, si sólo el comunismo desapareciese, la paz sería alcanzada. Sin embargo, ahora que la Guerra Fría terminó, tenemos más conflictos que entonces. Nos hemos fracturado en pedazos por causas raciales y religiosas. Como si no alcanzara con las hostilidades en las fronteras, en algunos países se producen separaciones internas por causas religiosas y las nuevas regiones que surgen como consecuencia de ello se subdividen a su vez por diferentes causas. Las personas, así separadas y enemistadas unas con otras, se resisten a abrir sus corazones.
Cuando observamos la historia humana vemos que las guerras más brutales y crueles no han sido las guerras entre naciones, sino las interraciales. De éstas, las peores han sido aquellas en que la religión se usó como pretexto. En la guerra civil de Bosnia, uno de los peores conflictos étnicos del siglo XX, se llevó a cabo una cruenta “limpieza” en un esfuerzo por “secar las semillas” de la sangre musulmana. Más de siete mil musulmanes, niños incluidos, fueron masacrados.
Recordamos el atentado terrorista del 11 de septiembre de 2001, donde los 110 pisos de las dos torres del World Trade Center de Nueva York fueron hechos pedazos tras ser estrellados sendos aviones contra ellas. Recientemente, en la Franja de Gaza de Palestina, cientos de seres humanos perdieron sus vidas como resultado de ataques israelíes con misiles, dejando a mucha gente temblando de frío, padeciendo hambre y viviendo bajo el temor a la muerte. Todo esto es el trágico resultado de conflictos entre grupos étnicos y religiosos.
¿Qué hace a la gente odiarse y matarse unos a otros de esta manera? Razones superficiales hay muchas, pero cuando miramos detrás de la membrana para encontrar las causas subyacentes, descubrimos que la religión está infaliblemente presente en casi todos los casos. Ese fue el caso de la Guerra del Golfo en torno al petróleo, y también lo es el conflicto árabe-israelí sobre el control de Jerusalén. Cuando el racismo utiliza a la religión como pretexto, el problema se vuelve extremadamente complejo. Los fantasmas del mal de las guerras religiosas, que creíamos desaparecidos con la Edad Media , siguen acechándonos en el Siglo XXI.
La razón de que las guerras religiosas sigan estallando es que muchos políticos utilizan la enemistad entre religiones para satisfacer sus ambiciones egoístas. Ante objetivos políticos, las religiones pierden la brújula y vacilan. Han perdido de vista su propósito esencial. Las religiones existen originalmente para el bien de la paz. Todas ellas tienen la responsabilidad de promover la paz mundial. Lamentablemente vemos que, por el contrario, se convierten en la causa de algunos conflictos. Detrás de este mal se esconde la política “negra”, con poder y dinero en sus puños. La responsabilidad principal de un líder, por encima de todo, es mantener la paz, pero a menudo hace lo contrario y lleva al mundo hacia la confrontación y la violencia.
A menos que los líderes enderecen sus corazones, los países y los pueblos perderán su dirección y deambularán presas de la confusión. Hay dirigentes que utilizan la religión y el nacionalismo para satisfacer ambiciones tan oscuras como desmedidas. La religión y el amor a la nación no son malos en esencia, pero únicamente tienen valor cuando contribuyen al bienestar de la comunidad global. Cuando alguien afirma que solamente su propia religión o grupo étnico son los correctos, cuando desprecia y culpa a otras religiones y grupos étnicos, su fe y su nacionalismo pierden todo valor. En efecto, cuando al profesar una religión se atropella a los demás y se menosprecia a otras confesiones, eso ya deja de ser bondad. Lo mismo sucede cuando se trata de justificar a la raza y al propio país, descalificando a los demás.
Vivir reconociéndose y ayudándose unos a otros es la verdad del universo. Hasta el animal más insignificante lo sabe. Perros y gatos se llevan mal, pero si se crían en el mismo hogar, uno cuida de los cachorros del otro y conviven bien. También podemos observar esto en los vegetales. Hay enredaderas que crecen apoyándose en el tronco de los árboles, pero el árbol no le dice: "¿Qué crees que estás haciendo, que me enroscas para subir?" Convivir cuidándose unos a otros es un principio universal. Quien se desvíe de este principio, tarde o temprano termina mal. Si las diferentes razas y religiones continúan acusándose y peleando entre sí, la humanidad no tiene futuro. Si insisten en el terror y las guerras, algún día desaparecerán como el polvo. Pero no es que no haya esperanza. Evidentemente, la hay.
He vivido toda mi vida soñando con la paz sin soltar la cuerda de la esperanza. Lo que anhelo es derribar por completo los muros y cercas que encierran y dividen al mundo para hacer de éste un ámbito unido. Anhelo abatir las barreras religiosas, superar las barreras interraciales y rellenar la brecha entre ricos y pobres para que luego podamos restablecer el escenario de paz que Dios creó en el principio. Estoy hablando de un mundo donde nadie pase hambre y nadie viva derramando lágrimas. Para curar un mundo donde no hay esperanza y se carece de amor, debemos volver a tener el corazón puro que tuvimos de niños. El camino para despojarnos de la ambición de poseer cada vez más y recuperar nuestra hermosa esencia humana es revivir el aliento del amor y el principio de paz que recibimos cuando nuestro padre nos cargaba en sus espaldas”.

Video de autobiografía de Sun Myung Moon:


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