domingo, 23 de diciembre de 2007

La voluntad de Dios y la Navidad (*)

Al celebrar Navidad es muy importante conocer el propósito de la venida de Jesús hace 2000 años. Sin conocer el significado claramente, esta celebración no tiene sentido. Es por eso que esta mañana me gustaría dar un mensaje sobre el tema: "La voluntad de Dios y la Navidad".

Cuando nos preguntamos si la intención original de Dios para este mundo se ha cumplido totalmente, la respuesta obvia sería no. La voluntad de Dios fue frustrada a causa de la caída humana. A través de la historia, la humanidad caída ha buscado el cumplimiento de la voluntad última de Dios y del propósito de la creación. Esta providencia ha ido avanzando en muchos niveles diferentes: del individuo, la familia, la sociedad, la nación y el mundo; pero la voluntad original de Dios nunca ha cambiado.

Como ustedes saben, la intención original de Dios para este mundo no ha sido solamente la perfección de un individuo, sino la de toda la familia. Esta perfección se debería haber extendido a todo el clan, la sociedad, la nación y el mundo. Si Adán y Eva hubieran logrado la perfección sin caer, el mundo de hoy sería totalmente diferente. No veríamos todas las cosas desagradables que nos toca ser testigos diariamente. Tampoco seríamos testigos de las barreras en el lenguaje, ni de las barreras nacionales que separan a las personas. Más aún, todos vivirían para lograr la perfección y podrían trazar con claridad su propia vida para poder merecer el Reino de los Cielos. El problema de hoy es que los humanos no conocen al Dios viviente y están carentes de una dirección adecuada. Las personas llevan vidas sin rumbo, al azar. En el ideal original esto nunca podría ocurrir; todos serían conducidos a la perfección en un camino paralelo con la voluntad de Dios, y nadie podría ni desearía vivir fuera de esa voluntad.

Dios aún no ha visto la perfección de Su plan original aquí en la tierra, ni aún después de la venida de Jesucristo. Jesús no realizó con su crucifixión el propósito de su venida, la concreción del ideal del Edén. No estaba dentro del plan original de Dios cumplir el ideal con la muerte del Mesías. Si ése hubiera sido el método de Dios, simplemente habría bastado con mandarlo a una nación que no hubiera estado preparada para entenderlo. A veces el sacrificio es necesario, pero Dios no pretendía sacrificar una vida humana como la llave para la salvación completa. Debido a la crucifixión, Jesucristo no pudo llevar a la humanidad al más alto grado de perfección individual, de la familia, de la sociedad y de la nación. Por lo tanto, es lógico que el Mesías deba venir una segunda vez.

Quiero que sepan que la voluntad de Dios al enviar a Jesucristo hace 2.000 años se parangona perfectamente con la venida de Adán en el jardín del Edén. El Señor del Segundo Advenimiento vendrá con el mismo propósito. En otras palabras, la voluntad de Dios, el propósito de Adán, el propósito de Jesús y el propósito del Segundo Advenimiento son todos iguales. La verdad es incambiable, siendo el principio y el fin. La voluntad de Dios no puede cambiar ni perder su brillo con el paso del tiempo, sino que será la misma para siempre. Dios tiene una fórmula, y cuando ésta esté cumplida, Dios la sellará. Esa fórmula particular aún está ahí, incompleta. Dios está esperando que el hombre cumpla con ese estándar puro.

Jesús fue un hombre verdadero porque vivió perfectamente la vida de Dios. Era un Dios caminante. No existía la separación entre Dios y Jesús, y como nadie puede destruir a Dios, nadie puede destruir a Jesucristo. La crucifixión no fue su destrucción. Dios manifestó el poder de la resurrección de modo que el mundo pudiera ver que Jesús nunca fue destruido.

¿Hasta dónde conocen ustedes la voluntad de Dios? Muchos cristianos están convencidos de que la voluntad de Dios es que ellos busquen solamente su propio trozo de Cielo, despreocupándose del destino del resto del mundo. Mientras tanto, la nación y el mundo se están derrumbando, y en lugar de sentirse responsables, ellos esperan que Dios se ocupe de todo. Esto no es el verdadero cristianismo.

Quiero que comprendan claramente que la meta de Dios y de Jesús es el mundo, y no simplemente un hombre, una raza, un pueblo o una nación. Dios pretendía que el Mesías lograra el cumplimiento de la perfección y no que creara una multitud de denominaciones. Todavía está determinado a lograr la última meta de perfección y unidad entre los pueblos. ¿Cómo puede un cristianismo en disputa y dividido ejemplificar el ideal de Jesús?

Creemos en Jesucristo como el Salvador y el Mesías porque también queremos convertirnos en hijos e hijas que puedan cumplir con la voluntad de Dios. Jesús murió por la misión, no sólo para obtener su propio pedazo de Cielo. Es así que no deben preocuparse por su propio cielo, sino que deben intentar traer el Reino de Dios a su sociedad y al mundo. Si ustedes actúan así, cuando digan a Dios: "No deseo ir al Reino de Dios", Dios los perseguirá y los instalará personalmente en la posición más alta de Su Reino.

¿Cómo pueden convertirse en los verdaderos hijos e hijas de Cristo? Convirtiéndose en uno con Jesucristo, en uno con su espíritu y en uno con su corazón. Si ustedes están perfectamente unidos a Jesucristo, podrán ofrecerse voluntariamente en sacrificio para la salvación del resto del mundo. A Dios le gustaría escuchar orar a Jesús con estas palabras: "Dios, tu meta es la salvación del mundo. Por favor, utilizadme a mí y a mis hermanos cristianos como tu sacrificio para cumplir Su trabajo". Los verdaderos cristianos son aquéllos que están deseosos de sacrificarse a sí mismos, a su propia iglesia y a su denominación por el cumplimiento de la voluntad de Dios para la salvación del mundo.

En el tiempo de Jesús nadie lo comprendió, pero hoy todos podemos comprender este reino del corazón. Si una persona de la más baja posición social hubiera venido a consolar a Jesús y le hubiera hablado, Jesús se habría sentido más cerca de él que de todas las otras personas poderosas de ese tiempo. Porque el corazón de esa persona habría estado más cercano del corazón de Jesús, también habría estado mucho más cerca en todos los otros aspectos. Jesús no hubiera dejado de aceptar a esa persona sólo porque no estuviera en la misma posición noble en la que él estaba. Le hubiera abrazado allí mismo y hubiera comenzado a llorar. Ese es el reino del corazón, el estándar del valor que sobrepasa todos los límites nacionales y sociales y que unirá a las personas para siempre.

(*) Sun Myung Moon, extractos de su mensaje “La voluntad de Dios y la Navidad”, dado 25 de diciembre de 1976. Para ver completo: http://www.familias.org.br/spain/biblioteca/navidad.pdf

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