lunes, 19 de julio de 2010

AUTOBIOGRAFÍA


“Lo que aprendí acerca de la paz…”
Autobiografía de Sun Myung Moon
Lo que sigue a continuación es un extracto del libro “Un hombre cosmopolita que ama al mundo”, que también se ha traducido “Como ciudadano global que ama la paz”, autobiografía de Sun Myung Moon, best seller en Corea. La obra, de 384 páginas con una foto del fundador del Movimiento de Unificación en la tapa, fue editada en el 2009 por una de las más prominentes editoriales de Corea, la Gimm-Young Publishers Inc. (http://gimmyoung.com), establecida hace más de 30 años y cuyo primer Presidente, Mr. Park, fue un monje budista. Es el inicio del Capítulo 1 “El alimento es amor”: “Lo que aprendí acerca de la paz cuando mi padre me cargaba en sus espaldas”.

“He vivido desde siempre con un solo pensamiento: lograr un mundo de paz, un mundo sin guerras ni disputas, un mundo en el que todos conviviésemos en amor. Quizás alguien pueda decir: "¿Cómo es posible que hayas pensando en la paz desde que eras un niño?" Pero… ¿acaso es tan asombroso que un niño sueñe con un mundo pacífico?

En 1920, cuando nací, Japón ocupaba Corea por la fuerza. Después de la liberación, sufrimos la Guerra de Corea, la crisis financiera asiática y otras numerosas crisis agudas, con las cuales, durante mucho tiempo, mi tierra estuvo lejos de tener paz. Pero tal dolor y caos no eran algo exclusivo de ella. Las dos guerras mundiales, la guerra de Vietnam y las guerras en el Medio Oriente demuestran que la gente se odió constantemente y siempre apeló a las armas y a los bombardeos. Para quienes experimentaron la tribulación de sentir su carne desgarrada y sus huesos astillados, quizás la paz no sea más que un sueño con el que podían fantasear. Sin embargo, lograr la paz no es algo tan difícil. Podemos hallarla en el aire, en el ambiente natural y en la gente que nos rodea.

Cuando niño sentía que el campo era mi hogar. Vaciaba en segundos el pote de arroz del desayuno y salía a corretear el día entero por las colinas y los arroyos. Podía pasar toda la jornada deambulando por el bosque, donde vivía una enorme variedad de aves y animales; comiendo hierbas y frutos silvestres. Nunca pasaba hambre. Aun siendo un niño sentía que mi mente y mi cuerpo se sentían a gusto en cuanto ingresaba al bosque.

Muchas veces, después de corretear y jugar, me quedaba dormido allí. Cuando eso sucedía mi padre tenía que venir a buscarme. Escuchaba su voz entre sueños, gritando mi nombre a la distancia: "¡Yong Myung! ¡Yong Myung!” Aún dormido, yo sonreía complacido. De pequeño, mi nombre era Yong Myung. Si bien el sonido de su voz me despertaba, yo fingía dormir para que él me cargase en sus espaldas de vuelta a casa y disfrutar así de la sensación de ir con la mente tranquila, sintiéndome seguro y libre de preocupaciones. Eso era la paz. Es así como aprendí lo que ella era: viajando sobre las espaldas de mi padre.

Yo también amaba al bosque porque toda la paz del mundo habitaba allí. Las formas de vida que lo habitaban no luchaban entre sí. Por supuesto, se comían unos a otros, pero era porque inevitablemente tenían hambre y la necesidad de mantenerse a sí mismos, no porque se odiaran. Ni las aves, ni las bestias, ni los árboles, se odian entre sí. Para que haya paz no debe existir el odio. El odio entre seres de la misma especie solamente se ve en la raza humana. La gente odia a los demás porque su país, su religión o su manera de pensar son diferentes.

Hasta el día de hoy he recorrido cerca de doscientos países, pero al aterrizar en sus aeropuertos, no fueron muchos los lugares donde pensé: “Este lugar es tranquilo y acogedor". Había muchos lugares en los que, a raíz de la guerra civil, soldados con sus armas en alto vigilaban las terminales aéreas y bloqueaban las calles. Allí, día y noche se escuchaba el sonido de disparos. Más de una vez estuve a punto de perder la vida en lugares donde fui a hablar de paz. En el mundo en que vivimos, grandes o pequeños, los conflictos y enfrentamientos no cesan. Decenas de millones de personas sufren de hambre por falta de alimentos, pero se gastan miles de millones de dólares en armamento militar. Si se ahorrase el dinero empleado en armas y bombas, se podría aliviar el hambre y el dolor de toda esa gente.

He dedicado mi vida a construir puentes de paz entre países que están enemistados y se odian por causas ideológicas y religiosas. He creado foros donde el Islam, el cristianismo y el judaísmo pudieran reunirse en armonía. He trabajado para conciliar las opiniones de los Estados Unidos y la Unión Soviética cuando estaban en desacuerdo sobre Irak. He ayudado en el proceso de reconciliació n entre Corea del Norte y Corea del Sur. No lo hice para buscar dinero o fama. Desde el momento en que tuve edad suficiente para saber lo que sucedía en el mundo, mi objetivo ha sido uno solo: un mundo unido y pacífico. No deseo nada más. No ha sido fácil vivir día y noche por el propósito de la paz, pero es el único trabajo que me hace feliz”.

Video de autobiografía de Sun Myung Moon:
http://www.youtube.com/user/UPFArgentina

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